El contraste entre la expectativa social de felicidad y la vivencia personal puede generar estrés, angustia o rechazo. Especialistas explican por qué ocurre y cómo atravesar las fiestas priorizando el bienestar emocional.
La Navidad y la Nochebuena suelen asociarse con imágenes de alegría, unión familiar y celebraciones compartidas. Sin embargo, para muchas personas estas fechas despiertan sensaciones muy distintas: tristeza, estrés, soledad o incluso rechazo. Lejos de ser una rareza, los especialistas advierten que este malestar es más frecuente de lo que se reconoce.
Desde la psicología, explican que el conflicto aparece cuando existe una brecha entre la expectativa social —que impone la idea de felicidad obligatoria— y la experiencia personal de cada individuo.
“Que no guste la Nochebuena no significa nada patológico”
La doctora Soledad Dawson, psicóloga y especialista en Psicología Vincular de Familias con Niños y Adolescentes, explicó que no disfrutar de la Nochebuena no implica un problema psicológico en sí mismo.
“Que no nos guste la Nochebuena no significa nada en especial. Puede estar asociado a recuerdos, tradiciones o experiencias familiares previas”, señaló.
A diferencia del Año Nuevo, la Nochebuena suele estar más cargada de expectativas vinculadas a la familia, lo que puede reactivar emociones intensas. Situaciones como conflictos familiares, ausencias, enfermedades, duelos, o la imposibilidad de reunirse pueden transformar la celebración en una experiencia dolorosa.
“Cuando todo alrededor parece algarabía y festejo, ese contraste puede generar sensaciones de desazón, angustia o tristeza”, explicó Dawson.
Además, con el paso del tiempo, esos recuerdos negativos pueden fijarse y bloquear la posibilidad de construir nuevas experiencias: “Se rechaza la fecha porque queda asociada a momentos tristes o traumáticos, sin habilitar la idea de que podemos crear algo distinto”.
Cuando la presión social agrava el malestar
La presión por “pasarla bien” puede profundizar el sufrimiento. Familias con conflictos severos, personas que trabajan en servicios esenciales durante las fiestas o grupos que no celebran la Navidad por motivos religiosos suelen experimentar estas fechas como vacías de sentido.
“Cuando la expectativa es muy alta y la realidad no acompaña, aparece la frustración. Entonces la Nochebuena deja de ser ‘buena’ y se rechaza”, resumió la especialista.
Los llamados síndromes “antinavidad”
La psiquiatra y psicoanalista Patricia O’Donnell, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), explicó que existen reacciones emocionales típicas asociadas a estas fechas.
“Personajes como el Grinch o Ebenezer Scrooge muestran cómo la Navidad puede volverse insoportable cuando reactiva carencias: amor, pertenencia, lazos significativos o viejos sufrimientos como el abandono y la soledad”, señaló.
Desde la psicología se identifican algunos síndromes frecuentes:
- Síndrome del Grinch: rechazo de las fiestas, acompañado de irritabilidad, ansiedad o tristeza.
- Síndrome de la silla vacía: dolor emocional por la ausencia de un ser querido.
- Síndrome del villancico: conflicto interno por no conectar con el “espíritu navideño”, que genera estrés y culpa.
O’Donnell remarcó que estos relatos también muestran algo clave: “Nadie está condenado a permanecer en su dolor. Siempre existe la posibilidad de cambio, de construir nuevas formas de vincularse”.
Diciembre, un mes que reactiva duelos
La licenciada Ana Hulka, del Servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano, explicó que diciembre suele intensificar emociones ligadas al cierre del año y a distintos tipos de duelo.
“No se trata solo de la pérdida de un ser querido. También aparece la nostalgia por tradiciones que ya no existen, hijos que viven lejos o cambios familiares que modifican los rituales”, indicó.
Desde el hospital Italiano recomiendan:
- No forzar estados emocionales.
- Reconocer lo que se siente, incluso si es contradictorio.
- Permitir la nostalgia sin culpa.
- Comunicar límites y necesidades.
- Evitar la exigencia de cumplir expectativas sociales irreales.
- Adaptar celebraciones a las posibilidades reales.
- Flexibilizar rituales y aceptar que los vínculos cambian.
Cómo pasar las fiestas si no nos gustan
Dawson subrayó que lo principal es no sentirse “fuera de lugar” por no disfrutar de las fiestas. “No todas las personas se sienten cómodas con grandes reuniones o rituales tradicionales”, afirmó.
Entre las alternativas posibles, sugirió:
- Organizar un viaje en esas fechas, si es posible.
- Hacer planes con amigos que compartan la misma sensación.
- Participar en acciones solidarias, como comedores comunitarios.
- Elegir actividades individuales placenteras, como leer, ver series o películas.
“Si uno puede elegir, es mejor hacer lo que tiene ganas y evitar situaciones que generen malestar propio y en el entorno”, concluyó.
Elegir cómo transitar las fiestas, sin culpa y priorizando el bienestar emocional, puede transformar estas fechas en una experiencia más auténtica y saludable, incluso cuando no se ajusta al modelo tradicional.