El ministro aseguró que buscará reducir la dependencia de Wall Street y anticipó que en 2026 habrá poca emisión de bonos con legislación extranjera. El pago de deuda de enero y la baja de tasas en Estados Unidos juegan a favor de ese objetivo.
Uno de los principales objetivos del Gobierno para 2026 es lograr una baja sostenida del riesgo país que permita a la Argentina recuperar el acceso al financiamiento internacional. En ese marco, las recientes declaraciones del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, sobre la necesidad de reducir la dependencia de Wall Street forman parte de una estrategia más amplia orientada a fortalecer la credibilidad financiera.
Durante 2025, el riesgo país se acercó en dos oportunidades a la zona de los 550 puntos básicos: primero en enero y luego a comienzos de diciembre. Ese nivel aparece, hasta ahora, como un piso difícil de perforar. Sin embargo, el equipo económico considera que una de las claves para romper esa barrera es no mostrarse urgido por endeudarse en los mercados internacionales.
La estrategia actual contrasta con la aplicada durante la gestión de Caputo como ministro de Finanzas en el gobierno de Mauricio Macri, cuando la Argentina recurrió de manera intensiva a la emisión de bonos en el exterior. En ese entonces, el acceso al crédito fue inicialmente interpretado como una señal de confianza, pero en 2018 el financiamiento se cortó, se desató una fuerte crisis cambiaria y el programa económico quedó sin margen de maniobra.
Menos bonos afuera, más mercado local
El enfoque para 2026 es distinto. Según el propio ministro, la eventual salida a los mercados internacionales será limitada y puntual, solo como una herramienta más para refinanciar vencimientos previstos para 2026 y 2027. “El objetivo es bajar la dependencia de Wall Street”, afirmó Caputo, en línea con la idea de priorizar el desarrollo del mercado de capitales local.
Para que la Argentina pueda volver a financiarse en el exterior a tasas razonables —en torno al 8% anual en dólares—, el riesgo país debería perforar el umbral de los 500 puntos básicos. El Gobierno apuesta a que, tras el pago de deuda de enero y una mayor consolidación política, el indicador elaborado por JP Morgan pueda converger hacia la zona de los 400 puntos básicos durante el primer trimestre de 2026.
En ese contexto, la señal hacia los inversores es clara: la nueva deuda externa será escasa. El objetivo es evitar cualquier percepción de que el Gobierno planea inundar el mercado con bonos en dólares, lo que podría presionar los precios a la baja y elevar las tasas exigidas por los compradores.
El pago de enero y las alternativas de financiamiento
Caputo ya aclaró que no necesita salir al mercado internacional para afrontar el vencimiento del 9 de enero, por unos USD 4.200 millones. El Tesoro ya reunió aproximadamente USD 2.500 millones, aunque no detalló aún de dónde provendrá el resto.
Hasta ahora, el Gobierno colocó un Bonar 2029 en el mercado local, con el que obtuvo USD 910 millones, y continúa comprando dólares en el mercado oficial para reforzar las reservas destinadas al pago. Además, el ministro reconoció que existen propuestas de bancos internacionales para otorgar financiamiento por hasta USD 7.000 millones, aunque aclaró que esa opción solo se utilizaría como último recurso.
Mirada de mediano plazo
Más allá del corto plazo, el plan oficial apunta a consolidar el ahorro interno como fuente de financiamiento. En esa línea se inscribe el Fondo de Asistencia Laboral previsto en el proyecto de reforma laboral, que se nutrirá de tres puntos de cargas patronales hoy destinadas a la Anses y que funcionará como un fondo para futuras indemnizaciones.
El Gobierno también busca canalizar hacia instrumentos financieros locales parte de los dólares que los argentinos mantienen fuera del sistema o depositados en cuentas bancarias, con el objetivo de ampliar la base de inversores y reducir la vulnerabilidad externa.
El contexto internacional acompaña esta estrategia. La Reserva Federal de Estados Unidos recortó las tasas de interés por tercera vez en el año, lo que incrementa el atractivo de la deuda emergente. Ese escenario abre una ventana de oportunidad para la Argentina, siempre y cuando logre sostener la estabilidad macroeconómica y fortalecer la confianza.